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VIAJE AL INTERIOR DE MARTIN CAPARROS

En la trasnoche del 25/08, Martín Caparrós presentó su último libro en la librería El Griego. No quedó ni una silla vacía. Como era de esperar, de tal autor tales lectores: qué ocurrió, más allá de las palabras, en esta cacería.

Por Estefanía Cajeao

Es una búsqueda. Desde el principio, desde las 21.30, buscan. Una silla bien ubicada, en la sala negra y calurosa alumbrada por fluorescentes. Buscan sus propias dudas, lo que esperan escuchar. En la mesa y las tres sillas vacías sobre el escenario, en el micrófono y en el fondo blanco de la pantalla de en frente, lo buscan a él y a ellos mismos, al que supo encontrarlos en un viaje de búsquedas y contarlos en un libro.

Remeras del Che o con cocodrilos, sacos de pana, yiscas o anteojos Dior, desfilan por igual en la búsqueda, todos se sienten muy tucumanos y quieren escuchar sobre ellos con palabras de él. Y cuando él llega, cuando ya no hay sillas para elegir, el interior calla y escucha.

Ha pasado casi media hora de espera, y la encargada de la introducción afirma que esta nueva crónica es más que eso: “Es el hombre que viaja, el cazador atento”, dice, y el cazador asiente peinándose el bigote. Interrumpe –y se disculpa- para leer un fragmento del capítulo dedicado a Tucumán. La gente ríe, acepta, se identifica, encuentra por fin lo que buscaba.

La presentación se extiende y el de los Dior ya se durmió. Se pierde las palabras del representante de la Asociación de Prensa, que describe al autor como un buscador “que sale con los ojos bien abiertos y el corazón también, para aprender de la experiencia de la gente de campo pero también para contar la pobreza urbana”.

De repente la voz grave y potente quiebra el clima de paz, despierta entusiasmo, despierta alegría -y al de los Dior que dormía-. Martín Caparrós asume su rol de protagonista con simpatía y soltura, dispuesto a contar y a responder. El cazador vuelve a peinarse el bigote, comienza a contar su cacería, preparado para cualquier presa ofendida.
Tomás Eloy Martínez, los bonos, los “panchuques”, la invasión salteña, el público que estalla y pide que siga leyendo y contando, y encontrándolos en escalas típicamente tucumanas. Pero no todo es picaresco ni pintoresco, mucho de lo patético y vergonzoso también es contado, lo trágico de la historia y del presente. Así también los encuentra.

Cuando pasó casi una hora, alguien pregunta al buscador sobre lo positivo de Tucumán: “Yo ya se cómo es esto, debería decirles todos Uds., la más fácil”, responde, y explica sobre la amabilidad de la gente encontrada en el viaje, los paisajes, entre otros.
Estaba preparado para cualquier presa ofendida (o confundida), y éstas aparecieron. Por qué el interior, y el debate, y la polémica, y el clima transformado, y el cazador paciente pero fastidiado, pero paciente. Ida y vuelta, humor e ironía. Una señora que compara vender libros a comprar votos y un nene que se durmió, indiferente (afortunadamente) a las peleas de los grandes. Su mamá que se lo lleva cuando todavía le chorrea la saliva y Caparrós que lo saluda “Duermo a todo el mundo… buenas noches”.

Queda claro que el debate tiene para rato. Se peina el bigote.
Dos horas casi cumplidas, preguntas más “lights” y la alpargata que le juega en contra, cuando quiere relajarse, golpeándose ese dedito del pie que tanto duele con la base de la mesa. Comienza la despedida como la bienvenida, leyendo y encontrándolos.
Todos respondidos, no todos muy contentos pero sí la mayoría. Termina leyendo, sobre otro pueblo que no es más que otro ejemplo de la misma realidad de todo “El Interior”, termina encontrando los aplausos. Las únicas manos libres son las suyas; buscan el bigote, lo encuentra y lo peina.-

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