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MENSAJES DE TEXTO / El impulso de respirar

Carta de agradecimiento

Por Guido Bigiolli

El martes 7 de octubre, en el kilómetro 562 de la ruta 34, camino a la Bienal de Tucumán, alrededor de las tres de la tarde, para ser preciso, fui parte de uno de los, cada vez más, accidentes automovilísticos que ocurren en los caminos del descuido.
De golpe, todo el envión que una vida toma continúa sólo, sin la vida que quedó en el lugar del golpe, en ese instante tan cargado de entreveros innombrables, mirando, si eso es posible, cómo, de forma leve, tal envión se disuelve en vaya uno a saber dónde. La confusión y el instinto. El impulso a respirar . La mano en alto acude a la mano amiga. Las voces llegan y acompañan, no importa entender, la contención está y calma. La tierra seca al costado del camino, que es también camino, se desparrama en la palma de mi mano y es lo más real que puedo reconocer en ese instante.
Pablo, maestro de la localidad de Herrera, tus saberes han llegado a nuestras vidas ¡y qué valiosos son! Director del hospital de Selva y Pancho, conductor de la ambulancia, que pasaron justo en ese momento, y se quedaron. Camionero amigo, mujeres que cuidaron de la escasa sombra que cubría la hora de la siesta. Gente de la zona, paisanos y pasajeros. Pájaro en lo alto, volando solo y apacible, distante y presente, a la vez. Ante el desastre, la unión natural, esa composición llana que parece imposible, es posible. A todo el grupo humano del hospital de Colonia Dora, a su afecto, a la honestidad de la policía del lugar. A Zulma y familia, a nuestro corto viaje a Santiago, y a quien conducía el carro y lo hacía cantar como una sirena. A los enfermeros y médicos que crucé mirando el techo, en el hospital Regional, al doctor Gómez Paz. A la contadora y al gerente del banco Crerdicoop de Santiago. Al personal del hotel Nuevo Bristol, a su paciencia. A Edgardo, familia y a su sobrina Ani, valiente mujer. A Gabriela Muzzio, a Gustavo Tarchini, a Diego Fidalgo, a mi familia y a quienes recorren mis recuerdos. A mis compañeros, esta vez, del infortunio, Mariana, Lucía y Hernán. A todos ustedes, y aunque algunos digan, con razón tal vez, que estas palabras parecen un sonido vacuo e innecesario desprendiéndose de los insensibles días que nos suceden, a todos ustedes, y aunque sea, también, parte de nuestros impulsos responder con mano amiga a la mano que acude levantada, a todos ustedes, digo, gracias por el amor . Aunque no lo mencionemos, nos rodea, aunque parezca disolverse en la acumulación de lo inútil, de golpe, esta vez, desde el suelo de Santiago del Estero para mí, desde la tierra seca y despojada para todos, el amor es un instinto inequívoco; y desde vaya uno a saber dónde, retoma, nuevo, el envión necesario para que la vida continúe.

 

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