Es un honor y un placer comentar sobre el trabajo de Gustavo Tarchini.
En épocas en que algunos fotoperiodistas muestran más preocupación por ser protagonistas que por el tema sobre el que posan sus miradas, Tarchini nos vuelve a lo básico.
Dueño de una aproximación casi árida, el fotógrafo no compromete otra cosa que un ojo inteligente y una crónica ordenada de la vida aislada y miserable de los hacheros del monte santiagueño, en su provincia natal.
Sus imágenes nos brindan detalles y pinceladas de distinto calibre. Se apoyan mutuamente y no es posible adjudicarles a unas mayor importancia que a otras.
Tarchini no fuerza la realidad. Toma distancia y la deja ser por si misma.
Es ajeno a los trucos estéticos y desconoce las modas. Aliviana así la imagen y permite que el relato fluya con cierto encanto monocorde.
La obra, parte sustantiva de una devoción documentalista de larga data, aportará –sin duda- un testimonio adecuado sobre estos hombres sufridos que a diario dan pelea al duro quebracho.

Horacio Villalobos