El otro fútbol (Mauro Aguilar, periodista Diario Clarín)
Hay otro fútbol. Despojado de vanidades. Ignorante de riquezas. Desconocido para el gran público. Marginal, arrabalero, puro, mágico. Con escenarios humildes. Sostenido entre tablones desvencijados y alguna que otra pincelada de cemento. Es el fútbol sin glorias ni fenómenos. Sin marquesinas ni vedettes. Donde el grito es más grito y el sentimiento más tangible.
Un fútbol atravesado por personajes de novela que se convocan sin invitación ni motivos aparentes para maldecir por un gol que no fue o repasar las penurias del diario vivir. Donde todos tienen nombre propio, sin cargo ni edad. Donde Juan es Juan, aunque vista de policía y Roberto el boletero que los vio pasar a todos. Donde María es "la hija de" y Antonio el canchero obsesivo que la juega de Picasso, intentando que el verde césped gane la batalla en una cancha que se empeña en conservar una infaltable porción de fango.
Hay otro fútbol. Habituado a administrar carencias. Sin contratos millonarios ni autos deslumbrantes. Donde el lujo es una referencia demasiado lejana y las billeteras sólo portan documentos personales. Donde la gloria también espera a la vuelta de la esquina, pero vestida de otra manera. Con ropajes más humildes, sin vanidades desmedidas.
Hay otro fútbol. Con jugadores de barrio y alguna que otra estrella venida a menos despuntando el berretín de patear la redonda antes del adiós inevitable. De rigideces y pierna fuerte. Entendido de otra manera. Con sus códigos y señales. Donde conviven camisetas desgastadas y botines de otro tiempo, y treinta locos descamisados gritan por una pasión para muchos incomprensible. Un fútbol que entrega postales distintas: más cercanas, más reales, menos distantes. Sin tanta estrella inalcanzable. Un fútbol que se asemeja a las películas de antaño. Un fútbol en blanco y negro.
