Trinidad, una pequeña isla en el sureste del Caribe, fue por siglos colonia española y luego británica, endulzando para las cuentas de aristócratas europeos a través de la exportación del azúcar y el cacao. En Trinidad, los descendientes de esclavos africanos y "culíes" asiáticos, junto a otras gentes, han forjado a lo largo de los años, y especialmente desde que obtuvo su independencia en 1962, una sociedad multi-étnica y multi-religiosa, con una riqueza cultural con pocos paralelos en las Américas. Allí comparten un territorio común para sus ritos y celebraciones más de un millón de Hindúes, Musulmanes, Cristianos de varias sectas, y los fieles a la religión Orisha.

Con mis fotos investigo el poderoso rol que cumplen los actos comunitarios de rito religioso y expresión artística en la definición de una identidad cultural tan singular. Las fotos examinan no sólo los legados de la esclavitud, del trabajo forzado, y del yugo del colonialismo, sino también el éxtasis de la liberación y las expresiones irreductibles del alma de un pueblo. Las imágenes reflejan también la ruta de auto-descubrimiento de un fotógrafo nacido y criado en Puerto Rico, aquella otra colonia española que, al no sucumbir como Trinidad a los británicos, experimentó otro siglo de colonialismo español (y desde 1898, del norteamericano). Mi perspectiva sobre Trinidad esta refractada por mi conciencia de la ironía de que mi propia patria caribeña sigue siendo una colonia, a pesar de sus despliegues de modernidad. Finalmente, mis imágenes intentan investigar la naturaleza misma del juego y la fantasía, quizás sugiriendo que el mundo fantástico de la máscara y del disfraz contiene verdades más profundas que el de la realidad cotidiana.

Pablo Delano